Sobre una colina verde desde la cual se pueden ver los árboles de Daejeon, una ciudad ubicada en Corea del Sur, está una ametralladora que escanea ociosamente el horizonte. Es del tamaño de un perro grande, es blanca y fácil de limpiar. Tiene un cinturón de balas de calibre .50, del tipo que puede detener a un camión.
Un cable ethernet parte de la base del arma, recorre el césped y se introduce dentro de una pequeña carpa que, en el calor de las tardes surcoreanas, podrías pensar que en su interior hay un plato con sándwiches y bebidas refrescantes. Pero no. El cable se desliza hacia arriba de una mesa donde finalmente se conecta a la parte de atrás de una computadora, cuya pantalla muestra un mosaico de colores.
Dichos colores reflejan las imágenes que está captando la cámara que está dentro del arma. Una de las imágenes muestra un ángulo de 180 grados. Otra presenta una vista satelital completa del lugar, muy similar a un mapa de Google. Un cono rojo, superpuesto en la imagen, indica la distancia de la torreta. Se distribuye a lo largo del paisaje: cuatro kilómetros de territorio, una distancia suficiente para penetrar profundamente dentro de la ciudad desde ese punto.
Al lado del teclado está una complicada palanca de mando, es como el simulador de vuelo de una computadora personal que muchos entusiastas usan. Una hoja laminada está pegada sobre la mesa que está frente al controlador e indica las funciones de sus diferentes botones.
Uno de ellos sirve para apuntar, otro para medir la distancia que separa al arma de su blanco. Uno carga las balas, aprieta el gatillo y dispara.
Un grupo de ingenieros que está alrededor de la mesa se estremece ante lo que parece ser un ladrido. Es el sonido de una advertencia que sale de un altavoz gigante que se ubica en un trípode. El cuadrado que enmarca un objetivo aparece como parpadeos en la pantalla de la computadora. Se trata de un vehículo que se está moviendo por el visor de la cámara.
La boca del arma hace un paneo a medida que se mueve por la pantalla el cuadrado rojo. Parece la imagen de un juego militar futurístico como el famoso Call of Duty. El altavoz, que debe acompañar la torreta en todas sus expediciones, es conocido como un robot acústico.
Su voz alcanza una distancia de tres kilómetros. El sonido es emitido con una precisión inimaginable. Le lanza una advertencia a un potencial objetivo antes de disparar (una advertencia debe presidir cualquier disparo, de acuerdo con el derecho internacional, uno de los ingenieros me explicó).